Eso decía mi abuelo cuando me mandaba a lavar las manos, después de contarle las monedas.
Él trabajaba como vendedor de tarjetas de estacionamiento, y la principal diferencia la hacía con las propinas. En casa, yo le contaba las monedas y luego él le llevaba el cambio a sus entrañables compinches de la agencia de lotería.
ABUELO: Lavate las manos.
YO: Ya voy.
ABUELO: ¡Te dije que te laves las manos! ¡Qué chica, carajo!
YO: ¡¡¡Ya voy!!!
Así solían terminar esas sesiones de trabajo colectivo. Entonces mi abuelo, por un par de días, no me dejaba contar las monedas porque, decía, "la plata es sucia" y yo no era muy amiga del jabón.
La sobreinterpretación de esta máxima corre por mi cuenta, pero me parece pertinente.
¿Te amigaste con el jabón?
ResponderEliminarMe lavo las manos antes de cocinar, de comer y después de ir al baño. Para mi abuelo no sería suficiente, pero nunca alcanzaré sus perfumadas alturas.
ResponderEliminarPerdón, había pensado en un comentario antisemita.
ResponderEliminarv.e.r.: ¿Un comentario antisemita y jabonoso? Con eso no se jode...
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