Como si no me alcanzara con llevar este blog para retroceder en el túnel del tiempo lingüístico, estoy releyendo
Manual de perdedores, de Juan Sasturain. Sentada en un bar de Boedo, tomando una cerveza y leyendo, me dio por escribirle a mi amigo Maivan, otro porteño de ley: "¡Qué broli!"
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