viernes, 19 de diciembre de 2008

Revistas

Mi abuelo compraba el diario todas las mañanas en el kiosco de Cabildo y Sucre.

Bastó pedirle una vez que me compre la "Billiken", para que lo hiciera siempre. La revista llegaba a mis manos el día que salía.

Lo mismo pasó con "La Biblia para los niños", sus veinte fascículos sobre las Escrituras y los quince sobre las vidas de los santos. Una pena, porque hizo estragos en mi psiquismo.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Siguen los plagios

Así como hice que mi abuelo plagiara a Balá, en esta ocasión vamos a por Biondi.

Mi abuelo solía repetir mucho su "qué suerte pa' la desgracia".

Y la verdad que él era un gran afortunado en ese sentido. (Yo, hoy, me siento otro tanto).

lunes, 15 de diciembre de 2008

Post con arbolito

En mi casa no hubo arbolito de Navidad hasta que yo tuve nueve o diez años. No sé por qué pero intuyo que tiene relación con esto.

Pasábamos siempre las Fiestas en Olivos, en la casa de unos familiares de mi abuela. Ahí sí había arbolito, regalos, brindis y beso a las doce.

El arbolito apareció porque yo lo pedí. Aunque ya no creía en Papá Noel. Unos días antes de Navidad, fui con mi abuela materna a la Librería Rodríguez, que obviamente quedaba en la galería Gral. Belgrano (epicentro de la vida social de mi abuelo), elegí mi regalo y lo hice envolver; el 24 a la noche, me lo dejé en el árbol. Esa Navidad la íbamos a pasar en casa con mis tres abuelos. Raro. No estoy segura de que haya sido así, podría chequearlo con la abuela que me va quedando, pero me parece que no quiero.

A las doce, abrí el paquete: Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain. La primera novela que leería en mi vida, inaugurando un romance con mi género literario favorito (como lectora).

La pensé, la planeé, pero no la pasé bien.

Sigue siendo así. Haga lo que haga para las Fiestas, no la paso bien. En general me rajo, con lo cual sólo consigo pasarla mal en diferentes locaciones. Me da más rabia cada vez no tener familia. Casi que me dan envidia aquéllos que tienen que preocuparse por el clásico "los tuyos o los míos".

Para colmo el arbolito puto se arma el día del cumpleaños de mi vieja. Como ya expliqué, los desaparecidos cumplen años. Se dice "hoy mi vieja cumpliría cincuenta y seis". Y se agrega: "qué joven, ¿no?".

Por todo esto, las primeras guirnaldas que se ven por la calle me provocan una sensación que podría describir como si tuviera un trapo mojado en el pecho y alguien me lo estrujara con paciencia (o sadismo).

¿Esperaban algún remate que relacione este ataque antinavideño con la figura de mi abuelo? Olvídenlo. Mi abuelo está en la imagen de esa primera Navidad en casa, con árbol, pero no hizo ni dijo nada memorable. También está, bastante en pedo, en las postales mentales de las Fiestas en Olivos, donde creo que nadie lo quería.

Si tuviera un blog biográfico normal, y no éste extraño en el que hago pasar mi vida a través del recuerdo de mi abuelo, éste sería el típico post navideño. Muchos odiamos las Fiestas por diferentes motivos. Que el mío sea tanta muerte no me deja siquiera el consuelo de ser muy original.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Medida

Cuando algo estaba muy bueno, mi abuelo decía que estaba "un kilo" o "un kilo y dos pancitos".

sábado, 6 de diciembre de 2008

Hazte fan

Mi abuelo iba seguido al Hipódromo de Palermo (y volvía cantando: "Palermo, me tenés seco y enfermo"). Casi me atrevo a afirmar que eso sucedía todos los fines de semana, no recuerdo si sábado o domingo, y si no era así, ¿quién me desmiente?

Con menor frecuencia, era posible verlo en San Isidro, creo que para el Premio "Carlos Pellegrini". 

El otro día, de visita en La Plata, recordé que alguna vez su pasión burrera lo llevó hasta el hipódromo de esa ciudad. Eso, y no un clic en el facebook, es fanatizarse con algo.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Los chicos

Va un post relacionado con el anterior:


A la distancia, me doy cuenta de que a mi abuelo le gustaban mucho los chicos. Siempre decía que sí cuando yo proponía que Catalina almorzara en casa, o que viniera cualquier otro compañero a la salida de la escuela. No se ponía a jugar con nosotros y en apariencia no daba bola. Pero las visitas de adultos lo fastidiaban y la de los nenes, no.  Imagino que le gustaba sabernos ahí, correteando en el patio o cuchicheando sobre las muñecas en la piecita chica donde yo tenía mis juguetes, aunque no participara. O que le parecía bien que yo, que no tenía a mi hermano, tuviera muchos amigos, y fomentaba eso. 

A mi abuela también le gustaban los chicos, con locura. Pero este blog no es sobre ella. A ella ya le dediqué una obra de teatro, litros de agua salada y varios años de diván. 

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Dormir afuera

A mi abuelo le parecía mal que yo me quedara a dormir en la casa de una amiguita. No veía la necesidad ni la gracia. Mientras él vivió en casa, podía volver de la escuela con compañeros todos los días e invitarlos a comer, pero nunca nadie pasó la noche ahí. 


La primera vez que me quedé a dormir en lo de una amiga tenía diez años. Insistí hasta que mi abuela desautorizó a mi abuelo y me dejó.