miércoles, 25 de febrero de 2009

Para un radical, hay cosas mejores que otro radical

Mi abuelo lo bancaba tanto al Peludo (Hipólito Yrigoyen) como despreciaba al Pelado (Marcelo T. de Alvear). 


Sí que era viejo mi abuelo. 

miércoles, 18 de febrero de 2009

Cartas

1 de espadas: el ancho.

1 de basto: ancho de basto. 

7 de oro: 7 velo. 

10, 11 y 12: las viejas. 

Comodín: el mono. 

Así les decía mi abuelo a las cartas cuando jugábamos truco, escoba o chinchón.

Lectores: ¿alguien sabe otras maneras viejas de nombrar las barajas?

viernes, 13 de febrero de 2009

Juliana

Cuando mi amiga Juliana Inés García Recchia era chica, andaba por el barrio contándole al kiosquero, al diariero y a quien fuera: "a mi papá lo mataron y a mi mamá se la llevaron". A Juli también la criaron los abuelos. Los maternos, en su caso. A la mamá de Juli también la secuestraron embarazada y ella también supo siempre, por testimonios, que su hermano había nacido en cautiverio. En algún momento de su vida, Juli también sintió que era hora de ponerle el cuerpo a la búsqueda y empezó a trabajar en Abuelas de Plaza de Mayo.

Pero más allá de todas esas coincidencias, con mi amiga Juliana compartimos un montón de sentimientos en torno a nuestros viejos, nuestros abuelos, nuestros hermanos. Y cuando digo que los compartimos, no me refiero a que estemos siempre de acuerdo. Digo que nos importa contarle a la otra, aunque nos putee. Con Juli nos hemos puteado varias veces.

Pero también nos pasaron otras cosas. Ella vivió el encuentro de mi hermano como algo personal. Y siempre estuvo ahí para escucharme, cuando muchos sólo querían decirme lo que tenía que sentir y hacer. A mí sus hijas me despertaron un montón de inquietudes sobre lo que debe haber sido para mi vieja tenerme a mí... y que la separen de mí. No puedo evitar identificarme con su hija mayor, Lola, que entiende siempre todo, que entiende siempre de más para su edad.

Juliana no es la única "hermana-que-busca-hermano" que conozco, pero es... es... es mi amiga Chuli.

Hoy Juli encontró a su hermana.

Quisiera escribir mucho más. Escribir hasta que las palabras expresen lo mucho que la quiero y la admiro. Escribir hasta llorar. Escribir hasta mostrarle al mundo todo el abismo de amor que tenía Juli en el pecho hasta hoy, hoy que por fin pudo abrazar a su hermana.

Creo que no soy tan buena escribiendo, o me falta paciencia, o todo es muy reciente.

Quisiera escribir sobre el abrazo que nos dimos hoy, Chul, amiga, compañera, hermana. Creo que nunca abracé así a alguien, tan sabiendo qué siente el otro. Nunca un abrazo tuvo tanto sabor a victoria.

Quisiera poder escribir sobre la alegría, sobre el alivio, sobre tus viejos y los míos, sobre un mundo más justo como el que ellos soñaron, sobre esos viejitos que hicieron lo mejor que pudieron con las nietas que les dejaron y para encontrar a los nietos que les quitaron.

Pero me urge decirte que te quiero, Chuli, y contarle a todos lo feliz y orgullosa que estoy.



En la foto: felices en el Tigre hace un par de años, porque las huérfanas también sabemos divertirnos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Una obviedad

Si la picada salía con cerveza, era Quilmes Imperial.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Burrerita

La otra noche cruzamos volando en bicicleta la avenida Córdoba. Le jugábamos carrera al semáforo. Ganamos, por supuesto.

Yo grité: "¡Y cruzaron el disco!"

Así, del alma, sin recordar especialmente a mi abuelo.

Así te tengo adentro, abue. No como memoria, como parte de mí.

Nunca volví a ir al hipódromo, pero me salen esas cosas cuando corro carreras.

martes, 10 de febrero de 2009

Última vez

Veníamos de la plaza Belgrano (en rigor, la de enfrente, la de los juegos), caminando por la vereda par de Obligado al 1900. Solos, en uno de esos ratos para nosotros dos que, estoy segura, él disfrutaba tanto como yo.

Aunque mi abuelo no puso cara de estar disfrutando cuando se lo pedí. Protestó, rogó, me explicó que era viejo. A pesar de eso, insistí. Y él accedió. Fue media cuadra nada más y supe que no iba a volver a suceder.

Aunque era muy chiquita, tengo un recuerdo vívido de esa última vez que mi abuelo pudo llevarme sentada en sus hombros.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Ambiente

Ya lo adelanté en otra parte, pero no quiero dejar de remarcarlo, porque cada vez que lo pienso me sigue haciendo mucha gracia: mi abuelo se refería a su dentadura postiza como "el comedor". Y yo me imaginaba un ambiente con mesas y sillas adentro de su boca y me mataba de la risa.

martes, 3 de febrero de 2009

¿De cábala?

Mi abuelo no era supersticioso: era "cabulero".