Mi abuelo trabajaba de tarde, vendiendo tarjetas de estacionamiento, como sabe cualquier lector asiduo de este blog. Así que meriendas compartidas no había.
Yo volvía de la escuela, generalmente con mi amiga Catalina, y tomábamos la leche con Toddy con alguna galletita, supongo. Mi abuela nunca fue muy repostera.
Ahora que lo pienso, a mi abuelo tampoco lo perdían los dulces. Se ve que lo mío es genético y no ambiental.
La única cosa dulce que recuerdo asociada a mi abuelo, son los cañoncitos con dulce de leche que me compraba en la panadería "El Cañón". Sí, cañoncitos de "El Cañón". Pero eso era de mañana, cuando yo lo acompañaba a buscar pan.
Este post es en adhesión al evento La Batalla de las Meriendas, cuyo espíritu me pareció muy afín al de este blog, aunque ahora, escribiendo, venga a descubrir que no tengo ningún plato típico de mi abuelo para convidarles. Ni siquiera puedo llevar cañoncitos comprados porque "El Cañón" es ahora un negocio de ropa. Sigo pensando...
martes, 17 de junio de 2008
Merienda
Etiquetas:
anecdotario
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