sábado, 29 de diciembre de 2007

Lo que no decíamos con mi abuelo

Mi abuelo me sentaba en sus rodillas, me ponía la mano sobre la cabeza, me daba la mano para cruzar la calle, compartíamos la cama a la hora de la siesta si yo estaba enferma. Cuando yo era muy chica y él apenas viejo, y no viejísimo, me hacía caballito.

Sus manos eran muy grandes. No para mí, grandes de verdad. La piel arrugada y dura. Las uñas siempre prolijas. Limpias.

Yo le hacía masajes en los hombros y en la espalda, le quitaba la gomina pasándole el peine por sus pocos pelos, le hacía el nudo de la corbata. Mis manos también eran, son, grandes.

Nuestro idioma de los cuerpos era mucho más armónico que el de las palabras.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Cuando menos me gusta

Cabrearse o ponerse cabrero, era tanto una actitud como una expresión muy de mi abuelo.

En estos días anduve muy cabrera. Y lo dije así.

Cabrearse es enojarse mucho, muy de repente, con una cuota de agresividad importante.

Cuando me pongo cabrera es cuando menos me gusta parecerme a mi abuelo.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Escatología infantil

Con mi abuelo decíamos "pichín" por pis.

Y "pum" por pedo.

La caca era caca nomás.

"Pum" no digo más. Pero si estoy muy relajada, me sale anunciar "tengo que hacer pichín".

sábado, 15 de diciembre de 2007

Susto / miedo

Julepe, cuiqui, jabón.

Ésas eran algunas palabritas que tenía mi abuelo para hablar del miedo, o más bien del susto.

Lectores: ¿recuerdan alguna otra?

martes, 11 de diciembre de 2007

El busto del Peludo

Mi abuelo tenía un busto de yeso de Hipólito Yrigoyen, o, como le decía él, del "Peludo".

Le faltaba un pedazo de oreja y la punta de la nariz.

Estaba guardado en lo más alto del placard.

Siempre me pregunté por qué no lo tiraban o no lo exhibían. Tenerlo pero así escondido me parecía un sinsentido.

Obviamente mi abuela lo revoleó a la mierda después que mi abuelo murió. Y ahí creí entender que era mi abuelo el que no lo quería tirar y mi abuela la que no lo quería exhibir. Y que lo más alto del placard era una zona de compromiso entre ellos. Uno de sus tantos "no man's land".

domingo, 2 de diciembre de 2007

Una amenaza incumplida más

"Te voy a cascar" era una amenaza muy frecuente de mi abuelo.

Me voy dando cuenta de que muchas de sus palabritas refieren a la violencia física.

Y también de que yo me portaba muy mal.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Verbo "chivear"

"Eso te pasa por andar chiveando", me decía mi abuelo cuando yo me lastimaba, lo cual sucedía con mucha frecuencia.

"Chivear" era algo así como saltar, correr, bailar, todo junto, mucho y sin control.

Nunca fui una niña hiperquinética, pero a veces tenía esos ataques.

Últimamente ando cambiada y perdida. Pero si bien no me reconozco como la que era hasta hace poco, sí me reconozco en la nena que fui. Por ejemplo, volví a chivear.

jueves, 29 de noviembre de 2007

El Otro

Mi abuelo le tenía mucha bronca a El Otro Tarjetero.

El Otro Tarjetero era el que hacía el turno mañana en la cuadra donde él vendía las tarjetas de estacionamiento.

Este señor, también jubilado, manejaba otros códigos con respecto a la gente de la galería. Mi abuelo era de hacer la vista gorda y recibía a cambio cariño y propinas. Este Otro Tarjetero era más ortiba.

Deben haber existido más razones para tanta tirria, pero no las recuerdo o nunca las supe. Tal vez era solamente cuestión de piel. Mi abuelo era muy de dejarse llevar por esas cosas.

El Otro Tarjetero era petiso, de anteojos, gorra con visera y delantal azul (?). Si lo veo, lo reconozco (si lo veo en el túnel del tiempo, claro está).

En algún momento lo cambiaron de cuadra y pasó a hacer Sucre entre Cabildo y Obligado, también a la tarde. Mi abuelo, que ya no tenía que hablarle, veía su pequeña figura de lejos y empezaba a putear.

lunes, 26 de noviembre de 2007

¡Aia!

"Chambona". Así me decía mucho.

Porque todo el tiempo me tropiezo, me llevo puestos los marcos de las puertas y las esquinas de las mesas, me pego en la cara cuando gesticulo, me caigo con la bici (pero ahora de grande por la calle, no por la plaza), me araño las pantorrillas con los pedales y un largo etcétera.

Estoy llena de moretones y rasguños que no sé de qué son.

Chambona - chambona.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Fervor cívico

Para las elecciones presidenciales de 1989, mi abuelo, que por su edad ya no tenía obligación de votar, se hizo llevar la urna a la institución médica en la que estaba internado (no recuerdo si el Hospital Pirovano o el geriátrico de Nazca y la vía).

Votó a Angeloz, obvio.

De haber vivido todavía, habría votado también a Massacessi en 1995. Y luego a "Chupete" De la Rúa, con total convicción. ¿El candidato radical en 2003 quién era? No importa, él lo habría votado aunque tampoco supiera su nombre. ¿Y ahora? Lo imagino con noventa y nueve años, tratando no ya de entender por sí mismo el panorama político, sino de dilucidar cuál es la línea del partido para así acatarla, o más directamente cuál es el partido.

Yo, por mi parte, en estas elecciones, por primera vez en la vida no voté. Preferí irme al Tigre. Pienso en el fervor cívico de mi abuelo con un dejo de culpa.

martes, 20 de noviembre de 2007

Escofinada

No recuerdo haberle escuchado nunca decir "escofinado".

Sin embargo, cuando oí por primera vez aquello de "tanto tanto te cuidabas, que ahora estás escofinada", supe de inmediato lo que era.

Acabo de decirle a alguien que estoy muy limada. Pensé: muy escofinada. (La escofina es un tipo de lima, o algo así, mis conocimientos técnicos son de muy corto alcance). Pero no lo dije. Hubiera sido una de esas palabritas raras que me delatan como la niña vieja que fui.

No recuerdo habérsela escuchado nunca a mi abuelo, pero la traigo incorporada. No la encuentro en ningún diccionario de lunfardo, pero sé lo que me dice.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Peces, pelos y milongas

Yo tuve peces. Tres. Dos murieron. Un tercero sobrevivió e hizo la mudanza con nosotros. En la casa nueva, se rompió la pecera. El pez, momentáneamente, fue a parar a una cacerola. Eso lo ponía muy loco y a cada ruido fuerte, pegaba unos saltos hacia afuera del agua de los que, con suerte, volvía a caer dentro de la cacerola.

Un día, estábamos con mi abuela cambiándole el agua y el pez pegó uno de esos saltos suyos y cayó en la bacha de la cocina, que era donde se desarrollaba el riesgoso operativo. Yo me puse muy nerviosa y grité mucho; mi abuelo se puso nervioso conmigo y gritó más. Las cosas se fueron de mambo y me sacudió del pelo.

Primera y única vez que recuedo que me puso una mano encima.

No se cansó de pedirme perdón. Aún así, estuve muchos días sin hablarle. Le decía a mi abuela que quería dormir con ella porque le tenía miedo. Mentira. Yo entendía perfectamente lo que le había pasado. Pero no podía hacer las paces. Hubiera querido. Con todas las fuerzas. Pero no podía.

En esos días tuvo el famoso "derrame cerebral" (así le dijo siempre mi abuela). Se desvaneció en la cuadra donde trabajaba. Nunca más fue mi abuelo a pleno. Nunca le pude decir que lo perdonaba. O que no hacía falta que me pidiera perdón.

Qué Milonguita que fui. Cómo lucho todavía por dejar de serlo.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Las fotos del aparador

"Ésta es tu mamá. Éste es tu papá", me decía mi abuelo, mostrándome sus fotos bajo el vidrio del aparador.

Todas las mañanas mi abuelo tenía un momento privado ahí, con esas fotos, más la estampita del santo de turno. Momento que concluía con un beso sobre cada foto. Si yo andaba revolotéandole alrededor, como siempre, mirando con cierta aprensión la ceremonia, él me alzaba y me los enseñaba.

Mientras fui chica, nunca logró que dejara de tenerles un poco de miedo.

jueves, 15 de noviembre de 2007

La chancleta

Mi abuelo tenía unas chinelas de cuero marrón con dos tiras cruzadas. Ahora se usan para la calle, preferentemente cualquier callecita de Palermo, pero en ese entonces eran las chinelas que los viejos usaban de entrecasa.

Mi abuelo jamás decía "chinelas", sino "chancletas".

Cuando se acababan las canciones, cuando de las puteadas eufemísticas pasaba a las puteadas desnudas y eso tampoco alcanzaba, cuando él gritaba y yo gritaba encima, aparecía La Chancleta.

Chancleta en mano, me corría por la casa como si fuera a zurrarme. Me corría es un modo de decir: a mi abuelo le tomaba toda la tarde recorrer cuatro o cinco veces la cuadra en la que vendía las tarjetas de estacionamiento, así que sus posibilidades de alcanzarme eran más bien nulas.

O sea, me seguía con la chancleta, sabiendo que no iba a alcanzarme.

Yo me reía con la crueldad de los niños, pero también sabía que él estaba enojado en serio y me sentía tan en falta que mejor invertir los términos y ofenderme.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Milonguita

Cuando yo entraba en un estado entre demandante y malhumorado (por ejemplo, para que me llevara a la plaza ya), me decía "Milonguita". Por el tango. Y me cantaba la primera estrofa:

¿Te acordás, Milonguita? Vos eras
la pebeta más linda 'e Chiclana;
la pollera cortona y las trenzas,
y en las trenzas un beso de sol.

Ya con esto solo no se entendía. Digo, no se entendía qué tenía que ver ese tango con mi estado cargoso. Pero con los años, cuando conocí el tango entero, no sólo no se entiende más, sino que si se quiere entender mucho, la anécdota se vuelve decididamente rara:

Y en aquellas noches de verano,
¿qué soñaba tu almita, mujer,
al oír en la esquina algún tango
chamuyarte bajito de amor?

Estercita,
hoy te llaman Milonguita,
flor de noche y de placer,
flor de lujo y cabaret.
Milonguita, los hombres te han hecho mal
y hoy darías toda tu alma por vestirte de percal.

Cuando sales por la madrugada,
Milonguita, de aquel cabaret,
toda tu alma temblando de frío
dices: ¡Ay, si pudiera querer!...

Y entre el vino y el último tango
p'al cotorro te saca un bacán...
¡Ay, qué sola, Estercita, te sientes!
Si llorás...¡dicen que es el champán!

¿Me parece a mí o para mi abuelo yo, que era tan linda nena, me ponía de pronto muy puta?

Nota al pie vergonzante: era uno de los apodos que más usaba.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Cromosoma Y

Está por nacer mi sobrino Ignacio, hijo de mi hermano.

En su cromosoma Y se encuentra la misma información genética que en el de mi hermano, en el de mi padre, en el de mi abuelo, en el del padre que mi abuelo no conoció, en el del hermano que murió joven y soltero. Idénticos todos ahí, en el cromosoma Y.

Abue: cuando vea a Ignacio, te voy a saludar.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Speaking english

"Vos tenés que aprender inglés", me decía. Era muy insistente con eso. Él, que no sabía decir ni 'hello'.

martes, 6 de noviembre de 2007

Días de radio

Ya antes de que me levantara mi abuela, comenzaba a despertarme la radio, que mi abuelo prendía desde temprano. Escuchaba "Rapidísimo", el programa de Héctor Larrea, por Radio Rivadavia. A veces le gritaba, todavía desde las profundidades del sueño: "¡la radio! ¡está muy fuerte!", sin el menor resultado.

A la hora en que me levantaban, pasaban una propaganda de shampú que me sacaba de quicio. Después (¿por qué tanto después?) venía la cortina: "En la mañana fresca y temprana como una rosa / un duendecito frágil, chiquito, salió a pasear..." Ésa ya me ponía de mejor humor, o quizás yo ya estaba más despierta. Lo mejor era cuando volvía al mediodía para almorzar y llegaba justo para escuchar al Dr. Pueyrredón Arenales.

Creo que el favoritismo de mi abuelo por Radio Rivadavia tenía que ver con el hecho de que había sido vendedor de tarjetas de estacionamiento en la cuadra de dicha emisora. Recuerdo que decía que Silvio Soldán hablaba con todo el mundo y una vez lo vi saludarlo a él. De pronto dudo: ¿Silvio Soldán tenía un programa de radio en Rivadavia? No lo sé. Desde que murieron mis abuelos, toda mi infancia es ficción.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Escoñada

Escoñado: achacoso, arruinado, dañado, deshecho, deteriorado, golpeado, maltrecho, roto, zurrado.
Palabra muy de mi abuelo.
Hoy estoy escoñada. Fin.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Vinos

Mi abuelo comía con vino. Termidor o Crespi blanco. Tomaba solo, ni mi abuela ni yo, obvio, lo acompañábamos. A veces se entusiasmaba un poco de más, pero eso en casa se resolvía con una buena siesta. En público se complicaba.


Cuando salió el tetra compró para probar, pero le sentía algún gusto y lo desechó. Botella hasta el final.

miércoles, 31 de octubre de 2007

El turquito

A mi primo Gabriel le decía "Grabiel". Cuánto más difícil.

Por suerte también podía decirle "Turquito", que le salía bastante más natural.

martes, 30 de octubre de 2007

Nenitos

"¡Qué lo parió al nenito!" era su manera educada de putear delante mío.

(Igual yo pensaba que "parir" era mala palabra).

viernes, 26 de octubre de 2007

Tímbalos

"¡Me rompés los tímbalos!", me decía.

Quería decir "tímpanos".

La idea de romper los tímpanos yo la había tomado de no recuerdo cuál maestra y la había importado al hogar. A él se ve que le gustó y la hizo propia.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Ojito y beso

Una noche, yo estaba enferma y no sé por qué mi abuelo se quedó conmigo en casa y fue mi abuela la que nos representó en el comité.

(Sí, íbamos al comité. También al culto evangélico. Y qué).

El programa era enseñarme a jugar al truco. Empezamos por las señas. Ahí me enamoré del juego, y todavía me dura.

Luego de esto, que en realidad no era muy útil para jugar entre nosotros, tenía que dejar de pasarle señas y comenzar a enfrentarlo. No quise. Terminamos haciendo cualquier mamarracho con tal de que la nena convalesciente pudiera seguir guiñándole el ojo y tirándole besitos al abuelo.

lunes, 22 de octubre de 2007

Dejate

"Dejate de escorchar" era su eufemismo para decirme "dejate de joder".

Hasta que lo sacaba de quicio, cosa que sucedía bien pronto; entonces se pasaba raudo al "¡dejate de joder, carajo!".

Voy llegando a la conclusión de que era muy carajeador. No me había dado cuenta antes. Qué revelador este blog.

jueves, 18 de octubre de 2007

Los muchachos del café PTT

Mi abuelo vendía tarjetas de estacionamiento en la cuadra de Vuelta de Obligado entre Sucre y Pampa (los de Belgrano decimos "Pampa", no "La Pampa"). Era muy buena cuadra, porque le quedaba a metros de casa (Obligado entre Sucre y Echeverría) y porque la gente que iba a la Galería General Belgrano dejaba propinas decentes. Y además por los personajes que poblaban la galería, todos ellos amigos de mi abuelo: los muchachos del café PTT (léase Petete), Don Julio el relojero, los de la juguetería que cada tanto le regalaban ¡una Barbie! para mí.

El café PTT era donde paraba mi abuelo. Cuando yo estaba en sexto grado, tenía un rato libre entre la salida de la escuela e inglés, pero demasiado corto como para volver a casa (ya vivíamos lejos), así que me iba a la cuadra de mi abuelo. Era un rato de intimidad que compartíamos, sin mi abuela. Él se sentaba conmigo y me pedía un submarino y sólo me daba a elegir entre vainillas (más peligrosas para su inmersión en leche) y bay biscuits (más estables). No sé por qué, pero ése era el menú que a él, que había tenido restorán, le parecía adecuado para mi merienda.

De los muchachos del PTT, recuerdo al mozo, que era muy compinche de mi abuelo, y al que atendía la máquina de café. Este último tenía un número de malabarismo que no me cansaba: agarraba con una mano un platito de una pila, lo hacía volar dando vueltas en el aire y lo cazaba con la otra mano, todo esto mientras el café se vertía con su borboteo característico en el pocillo.

Alguna vez, muchos años después de la muerte de mi abuelo, los fui a visitar. Se acordaban de Don José y me reconocieron. Pero no me animé a pedirle al de la máquina de café que me hiciera su numerito. Cada tanto paso por la vereda de enfrente y todavía los veo, el mozo con su uniforme blanco, el del café con su uniforme bordó.

Hagamos así: si hay un operativo clamor en este blog, voy. Y lo registro en video. Es más, invito submarino con vainillas o bay biscuits para los que se quieran sumar. ¡Adelante, clamoreen, no sean tímidos! Estoy cansada de recibir vuestros comentarios por mail.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Desmentida frutal

YO: Yo soy buena...

ABUELO: Buena mandarina...

(Eso, por algún motivo, quería decir que yo de buena no tenía nada).

martes, 16 de octubre de 2007

Frase indeleble

"Vos nunca te dejés pisotear", me dijo mi abuelo una vez.

La de macanas que hice en pos de esta máxima. No dejé batalla sin librar. Y resulté bastante magullada.


Nota al pie: "macana" es muy deciamiabuelo.

domingo, 14 de octubre de 2007

Yo

Mi abuelo me decía "Mária".

No me decía de ninguna otra manera. Nunca nadie más me dijo así.

sábado, 13 de octubre de 2007

"Delbenedito"

Cuando yo tenía 10 años, tuvimos que mudarnos. Dejábamos el departamento que alquilábamos e íbamos a comprar uno con un crédito que había conseguido mi abuela a fuerza de dar lástima, que era como hacía la mayor parte de las cosas, con bastante éxito por cierto.

Había un período acotado para comprar, de acuerdo a las condiciones del crédito, y en el interín el dólar pegó una escalada y pasamos de buscar 3 ambientes a conformarnos con un 2 ambientes de una luminosidad ideal... para un laboratorio fotográfico.

Un domingo, almorzaba en casa mi abuela materna (siempre era mi abuelo el que decía, quitándole importancia y peso: "¿la invitamos a la sarru?"). Ella ya había visto el departamento al cual íbamos a ir a parar. En la mesa, mi abuelo le dijo algo que sonó así:

ABUELO: Delbenedito.

Mis dos abuelas y yo nos miramos sin comprender. Parecía que pronunciaba un apellido; también pensé en la iglesia San Benito de Palermo. Él no entendía qué no entendíamos.

ABUELO: ¡Que delbenedito, señora! (No se tuteaban).

YO (súbitamente iluminada): ¡Que des el veredicto!

ABUELO: Eso. Dé el venedito.

Que el veredicto de mi abuela sobre el departamento fue muy de compromiso, lo noté hasta yo. Además, el malentendido había generado una situación muy tensa entre los tres adultos. Yo, en cambio, disfrutaba de estos equívocos. Y disfrutaba de ser la única que entendía a mi abuelo.

Y aquí sigo, en las mismas.

viernes, 12 de octubre de 2007

El casamiento

29.063.

Tal el número del billete de la Lotería Nacional que mi abuelo compraba todas las semanas en la agencia de la vuelta.

El 63 es el casamiento en la quiniela. Yo siempre creí ver en la predilección de mi abuelo por este número, un mensaje de amor (no correspondido) para mi abuela, a quien él llamaba "mi viejita".

Cuando estaba internado (deambuló año y medio por hospitales e instituciones varias al final de su vida), le pedía a mi abuela plata para ir dándole propina a los enfermeros. Después, se ponía a putear que se la habían robado (y acusaba a los mismos enfermeros, con los que mantenía una relación de amor-odio, como se ve).

Un día se develó el misterio. Mi abuelo había ido al baño con mi abuela y yo encontré entre las sábanas un cartoncito rosa que decía: "2 x 63". Ingenua, se lo mostré a mi abuela. Mi abuela no armó mucho escándalo (el polo gritón éramos mi abuelo y yo) pero a partir de ahí las propinas las administraba sólo ella. Y a él no le quedó ni siquiera ese margen de autonomía y libertad de jugarle unas monedas en la clandestina al casamiento.

jueves, 11 de octubre de 2007

Insulto para señoras

El insulto más sonoro que le escuché decir a mi abuelo fue "vieja cajetuda".

Lo utilizaba en muy contadas ocasiones, reservado casi siempre a la típica vieja de mierda que en la calle te clava el paraguas en el ojo o te birla el lugar en la cola.

"Cajeta" es el lunfa para vagina (digan la verdad: ¿no suena más chocante "vagina" que "cajeta"?). Sin embargo, los diccionarios del lunfardo no traducen "cajetuda" como "conchuda", que sería mi traducción, sino como indolente, persona inhábil, lenta de entendimiento. Juro que dicho por mi abuelo sonaba a un "vieja conchuda" de lo más enconado. Y eso que mi abuelo se enconaba mucho y seguido, pero el "cajetuda" lo tenía guardado.

Yo le pregunté qué significaba una vez. Y él, avergonzado de haber usado esas palabras delante de la nena, señaló hacia el sur de su anatomía (no de la mía) y murmuró "cajeta es eso... de las mujeres...". ¡Mi amor!

martes, 9 de octubre de 2007

Manteca


Mi abuelo tenía un amigo que se llamaba José Tomás Manteca. Él le decía Manteca y así lo llamábamos también mi abuela y yo.

Algunos domingos, Manteca venía a almorzar a casa. Comíamos ravioles de ricota de "La Juvenil"... pero con tuco, no con manteca, o sea, con Manteca pero sin manteca.

Sepan disculpar, yo me divertía mucho con ese chiste. También diciéndole: "José, tomás manteca".

Un buen día Manteca no vino más. Fuimos hasta la casa y nos enteramos que se había muerto. Ríanse ahora, manga de nabos.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Un enigma

Cuando yo me portaba bien, mi abuelo me llamaba cariñosamente "Mortadela".

"Mortadela" venía de "amor". Primero me decía "amor", luego "amortadela","mortadela" y finalmente "mortadelita familiar".

Me pregunto: ¿vendría de alguna publicidad antigua de fiambres? ¿O simplemente de la imaginación de mi abuelo? ¿Alguien puede ayudarme?

Firmado: Mortadela.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Agua que no has de beber

Mi abuelo creía en Dios y de tanto en tanto se abonaba a algún santo o culto que estuviera de moda. Así pasaron Garrincha, San Cayetano, La Rosa Mística, Ceferino Namuncurá, los pastores evangélicos, etcétera, etcétera. Pero un caso de devoción sostenida fue el de la Difunta Correa.

En el baño de servicio, que quedaba pegado a la habitación en la que yo no dormía pero tenía todos mis juguetes (tema no para otro post, sino para otro blog), en el botiquín, había un vaso con agua y detrás, la estampita de la Difunta Correa. Mi abuelo me había explicado que se le ofrendaba agua porque ella había muerto de sed en el desierto.

Ahora, lo escalofriante: obviamente, el agua bajaba.

¡Milagro!

A mí la Difunta Correa y su vasito con agua me producían tanto terror que no usaba ese baño: si tenía que hacer pis, lo hacía en el patio de al lado, en la rejilla (en general no llegaba al baño principal; en fin, lo dicho, tema para otro blog sobre mis problemitas).

El colmo del espanto fue una vez que decidí simular que me faltaban dientes, mediante el sencillo truco de manchármelos con chocolate Águila. Quise convencerme de que la Difunta Correa era copada, que si mi abuelo le daba agua estaba todo bien con nosotros, y me miré en el espejo del botiquín del bañito chico, como lo llamábamos. Pero cuando me vi a mí misma con mi sonrisa de bruja desdentada y de reojo la estampita y el vaso, me pareció que aquello era una profanación de su santuario y que la Difunta Correa no me lo iba a perdonar jamás.

Creo que nunca más entré al bañito chico. Por suerte, cuando yo tenía diez años nos mudamos.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Frituras

Para mandarme a cagar, mi abuelo me decía: "Andá a freir churros" o bien "Andá a freir papas".

En realidad, por fonética, sería algo así como: "Andá fri churros/papas".

Ya sé que la expresión es conocida, pero si la pensamos un poco... qué imagen rara, ¿no?

sábado, 15 de septiembre de 2007

Adelante radicales

Mi abuelo tenía un amigo que se llamaba Orlando y vivía en Victoria. Una vez fuimos a comer a su casa y fueron también otros amigos que yo nunca había visto ni volví a ver.

De la estadía en su casa sólo recuerdo que daban en la tele las dos pelis de He-man y She-ra, lo cual me sustrajo totalmente de la realidad. Miento, recuerdo también que en el frente de la casa de Orlando había un kiosco que atendía la patrona y que en el jardín vi por primera vez conejitos (me refiero a las flores). Flores, golosinas y He-man, qué más podía pedir.

Retorné al planeta Tierra en el viaje de vuelta en el tren. Volvíamos con estos otros amigos y yo empecé a darme cuenta de que todos esos señores, incluido mi anciano abuelo, estaban bien borrachos. Uno de ellos empezó a cantar a los gritos la marcha radical y todos los demás se sumaron. Mi abuela estaba muy abochornada. Yo me reía mucho.

Adelante, radicales,
adelante sin cesar.
Viva Hipólito Yrigoyen
y el partido radical.
¡Alfonsín, Alfonsín!

Así, con ese grito, cerraban la marcha antes de volver a empezar, como un disco rayado.

En un momento dado, uno de los amigos se cayó al suelo. Y ahí hasta yo, con mi poco desarrollado sentido del patetismo, me di cuenta de que algo andaba mal.

No volvimos a Victoria nunca más. De Orlando supimos que estaba enfermo y después, obvio, que había muerto. Desde aquí, un saludo a su viuda, si vive (y tiene el kiosco).

jueves, 13 de septiembre de 2007

En un bosque de la China

En un quebos de la Nachi
una nachi se dioper
y moco yo era un didoper
nos moencontra los dos.

Rae de cheno y la tachini
niate domie, niate domie
de andar tasoli.
Voandu un copo y se tosén.
Tojún a la nachi, tojún a la nachi
me tesén yo.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Nieve en Buenos Aires

Yo sabía que mi abuelo había visto nevar en Buenos Aires cuando era chico. Y dado que su primer trabajo fue a los once años (en una herrería), y que seguramente para él la infancia era antes de su primer trabajo, la nevada no me agarró desprevenida. Mientras todos ponían la tele para enterarse si alguna vez había nevado en Buenos Aires y cuándo, yo conjeturé bastante acertadamente que tenía que haber sido entre 1913 (sus cinco años, como para que se acordara) y 1919 (el fin de su niñez, a los once).

Fue en 1918, aclaro.

También a los once empezó a fumar, pero no le encuentro mucha utilidad a este dato.

Confesión: este post tiene el secreto objetivo de atraer a nuevos lectores que googleen "nieve en buenos aires".

martes, 11 de septiembre de 2007

La sarru

"La sarru" era mi abuela materna, que es judía.

Supuestamente así hablaba con disimulo delante mío, mi abuelo.

Para mí era tan natural que hablara de ella como "la sarru" que no me daba cuenta ni del matiz antisemita ni del supuesto disimulo.

Para los no avivados: "sarru" es el vesre (revés) de "rusa", y "ruso" en lunfa es judío en general. De nada.

Una nota al pie: Mi abuelo tenía bastante buena onda con mi abuela materna, no vaya usted a creer.

lunes, 10 de septiembre de 2007

"¡Marmota!"

Así me decía cuando me mandaba alguna macana, como que se me cayera alguna cosa al suelo, por ejemplo, o que habiéndome ya perdonado, pensara que él seguía enojado conmigo.

Era esa palabra sola, gritada con su voz de ex fumador: "¡Marmota!"

A mí me ponía loca, me parecía que no podía existir insulto peor, y redoblaba la apuesta del llanto.

(Creo que más allá de un carajo al final de una frase, nunca me dijo nada más fuerte que eso).

sábado, 8 de septiembre de 2007

La plata es sucia

Eso decía mi abuelo cuando me mandaba a lavar las manos, después de contarle las monedas.

Él trabajaba como vendedor de tarjetas de estacionamiento, y la principal diferencia la hacía con las propinas. En casa, yo le contaba las monedas y luego él le llevaba el cambio a sus entrañables compinches de la agencia de lotería.

ABUELO: Lavate las manos.
YO: Ya voy.
ABUELO: ¡Te dije que te laves las manos! ¡Qué chica, carajo!
YO: ¡¡¡Ya voy!!!

Así solían terminar esas sesiones de trabajo colectivo. Entonces mi abuelo, por un par de días, no me dejaba contar las monedas porque, decía, "la plata es sucia" y yo no era muy amiga del jabón.

La sobreinterpretación de esta máxima corre por mi cuenta, pero me parece pertinente.

Semáfaro

Mi abuelo decía "semáfaro".

También "teléfano", pero no siempre.

Y "alverja" por "arveja", pero esto está aceptado por la Real Academia Española.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Olmedo

Advertencia preliminar: La siguiente historia puede despertar expectativas desmedidas sobre el devenir de este blog, pero no puedo contenerme.

Mi abuelo compraba el Clarín todos los días. Y lo leía a conciencia, en casa o en la plaza mientras yo jugaba.

Unos días después de la muerte de Alberto Olmedo, mi abuelo leía el diario en el comedor de casa. De pronto, levantó la cabeza y nos anunció muy consternado: "Encontraron droga en la gorra de Olmedo".

Yo no le recordaba más gorra que la del Capitán Piluso. Y Piluso + drogas me parecía una combinación por lo menos extraña.

Así que allí fui, movida por esa curiosidad mía que a mi abuelo le parecía un signo de inteligencia, a leer por mí misma el titular del diario. Decía más o menos así: "Hallan droga en las vísceras de Olmedo".

En la visera, para mi abuelo.

Le parecía delicado

Le parecía delicado decir "portasenos" por "corpiño".