miércoles, 31 de octubre de 2007

El turquito

A mi primo Gabriel le decía "Grabiel". Cuánto más difícil.

Por suerte también podía decirle "Turquito", que le salía bastante más natural.

martes, 30 de octubre de 2007

Nenitos

"¡Qué lo parió al nenito!" era su manera educada de putear delante mío.

(Igual yo pensaba que "parir" era mala palabra).

viernes, 26 de octubre de 2007

Tímbalos

"¡Me rompés los tímbalos!", me decía.

Quería decir "tímpanos".

La idea de romper los tímpanos yo la había tomado de no recuerdo cuál maestra y la había importado al hogar. A él se ve que le gustó y la hizo propia.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Ojito y beso

Una noche, yo estaba enferma y no sé por qué mi abuelo se quedó conmigo en casa y fue mi abuela la que nos representó en el comité.

(Sí, íbamos al comité. También al culto evangélico. Y qué).

El programa era enseñarme a jugar al truco. Empezamos por las señas. Ahí me enamoré del juego, y todavía me dura.

Luego de esto, que en realidad no era muy útil para jugar entre nosotros, tenía que dejar de pasarle señas y comenzar a enfrentarlo. No quise. Terminamos haciendo cualquier mamarracho con tal de que la nena convalesciente pudiera seguir guiñándole el ojo y tirándole besitos al abuelo.

lunes, 22 de octubre de 2007

Dejate

"Dejate de escorchar" era su eufemismo para decirme "dejate de joder".

Hasta que lo sacaba de quicio, cosa que sucedía bien pronto; entonces se pasaba raudo al "¡dejate de joder, carajo!".

Voy llegando a la conclusión de que era muy carajeador. No me había dado cuenta antes. Qué revelador este blog.

jueves, 18 de octubre de 2007

Los muchachos del café PTT

Mi abuelo vendía tarjetas de estacionamiento en la cuadra de Vuelta de Obligado entre Sucre y Pampa (los de Belgrano decimos "Pampa", no "La Pampa"). Era muy buena cuadra, porque le quedaba a metros de casa (Obligado entre Sucre y Echeverría) y porque la gente que iba a la Galería General Belgrano dejaba propinas decentes. Y además por los personajes que poblaban la galería, todos ellos amigos de mi abuelo: los muchachos del café PTT (léase Petete), Don Julio el relojero, los de la juguetería que cada tanto le regalaban ¡una Barbie! para mí.

El café PTT era donde paraba mi abuelo. Cuando yo estaba en sexto grado, tenía un rato libre entre la salida de la escuela e inglés, pero demasiado corto como para volver a casa (ya vivíamos lejos), así que me iba a la cuadra de mi abuelo. Era un rato de intimidad que compartíamos, sin mi abuela. Él se sentaba conmigo y me pedía un submarino y sólo me daba a elegir entre vainillas (más peligrosas para su inmersión en leche) y bay biscuits (más estables). No sé por qué, pero ése era el menú que a él, que había tenido restorán, le parecía adecuado para mi merienda.

De los muchachos del PTT, recuerdo al mozo, que era muy compinche de mi abuelo, y al que atendía la máquina de café. Este último tenía un número de malabarismo que no me cansaba: agarraba con una mano un platito de una pila, lo hacía volar dando vueltas en el aire y lo cazaba con la otra mano, todo esto mientras el café se vertía con su borboteo característico en el pocillo.

Alguna vez, muchos años después de la muerte de mi abuelo, los fui a visitar. Se acordaban de Don José y me reconocieron. Pero no me animé a pedirle al de la máquina de café que me hiciera su numerito. Cada tanto paso por la vereda de enfrente y todavía los veo, el mozo con su uniforme blanco, el del café con su uniforme bordó.

Hagamos así: si hay un operativo clamor en este blog, voy. Y lo registro en video. Es más, invito submarino con vainillas o bay biscuits para los que se quieran sumar. ¡Adelante, clamoreen, no sean tímidos! Estoy cansada de recibir vuestros comentarios por mail.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Desmentida frutal

YO: Yo soy buena...

ABUELO: Buena mandarina...

(Eso, por algún motivo, quería decir que yo de buena no tenía nada).

martes, 16 de octubre de 2007

Frase indeleble

"Vos nunca te dejés pisotear", me dijo mi abuelo una vez.

La de macanas que hice en pos de esta máxima. No dejé batalla sin librar. Y resulté bastante magullada.


Nota al pie: "macana" es muy deciamiabuelo.

domingo, 14 de octubre de 2007

Yo

Mi abuelo me decía "Mária".

No me decía de ninguna otra manera. Nunca nadie más me dijo así.

sábado, 13 de octubre de 2007

"Delbenedito"

Cuando yo tenía 10 años, tuvimos que mudarnos. Dejábamos el departamento que alquilábamos e íbamos a comprar uno con un crédito que había conseguido mi abuela a fuerza de dar lástima, que era como hacía la mayor parte de las cosas, con bastante éxito por cierto.

Había un período acotado para comprar, de acuerdo a las condiciones del crédito, y en el interín el dólar pegó una escalada y pasamos de buscar 3 ambientes a conformarnos con un 2 ambientes de una luminosidad ideal... para un laboratorio fotográfico.

Un domingo, almorzaba en casa mi abuela materna (siempre era mi abuelo el que decía, quitándole importancia y peso: "¿la invitamos a la sarru?"). Ella ya había visto el departamento al cual íbamos a ir a parar. En la mesa, mi abuelo le dijo algo que sonó así:

ABUELO: Delbenedito.

Mis dos abuelas y yo nos miramos sin comprender. Parecía que pronunciaba un apellido; también pensé en la iglesia San Benito de Palermo. Él no entendía qué no entendíamos.

ABUELO: ¡Que delbenedito, señora! (No se tuteaban).

YO (súbitamente iluminada): ¡Que des el veredicto!

ABUELO: Eso. Dé el venedito.

Que el veredicto de mi abuela sobre el departamento fue muy de compromiso, lo noté hasta yo. Además, el malentendido había generado una situación muy tensa entre los tres adultos. Yo, en cambio, disfrutaba de estos equívocos. Y disfrutaba de ser la única que entendía a mi abuelo.

Y aquí sigo, en las mismas.

viernes, 12 de octubre de 2007

El casamiento

29.063.

Tal el número del billete de la Lotería Nacional que mi abuelo compraba todas las semanas en la agencia de la vuelta.

El 63 es el casamiento en la quiniela. Yo siempre creí ver en la predilección de mi abuelo por este número, un mensaje de amor (no correspondido) para mi abuela, a quien él llamaba "mi viejita".

Cuando estaba internado (deambuló año y medio por hospitales e instituciones varias al final de su vida), le pedía a mi abuela plata para ir dándole propina a los enfermeros. Después, se ponía a putear que se la habían robado (y acusaba a los mismos enfermeros, con los que mantenía una relación de amor-odio, como se ve).

Un día se develó el misterio. Mi abuelo había ido al baño con mi abuela y yo encontré entre las sábanas un cartoncito rosa que decía: "2 x 63". Ingenua, se lo mostré a mi abuela. Mi abuela no armó mucho escándalo (el polo gritón éramos mi abuelo y yo) pero a partir de ahí las propinas las administraba sólo ella. Y a él no le quedó ni siquiera ese margen de autonomía y libertad de jugarle unas monedas en la clandestina al casamiento.

jueves, 11 de octubre de 2007

Insulto para señoras

El insulto más sonoro que le escuché decir a mi abuelo fue "vieja cajetuda".

Lo utilizaba en muy contadas ocasiones, reservado casi siempre a la típica vieja de mierda que en la calle te clava el paraguas en el ojo o te birla el lugar en la cola.

"Cajeta" es el lunfa para vagina (digan la verdad: ¿no suena más chocante "vagina" que "cajeta"?). Sin embargo, los diccionarios del lunfardo no traducen "cajetuda" como "conchuda", que sería mi traducción, sino como indolente, persona inhábil, lenta de entendimiento. Juro que dicho por mi abuelo sonaba a un "vieja conchuda" de lo más enconado. Y eso que mi abuelo se enconaba mucho y seguido, pero el "cajetuda" lo tenía guardado.

Yo le pregunté qué significaba una vez. Y él, avergonzado de haber usado esas palabras delante de la nena, señaló hacia el sur de su anatomía (no de la mía) y murmuró "cajeta es eso... de las mujeres...". ¡Mi amor!

martes, 9 de octubre de 2007

Manteca


Mi abuelo tenía un amigo que se llamaba José Tomás Manteca. Él le decía Manteca y así lo llamábamos también mi abuela y yo.

Algunos domingos, Manteca venía a almorzar a casa. Comíamos ravioles de ricota de "La Juvenil"... pero con tuco, no con manteca, o sea, con Manteca pero sin manteca.

Sepan disculpar, yo me divertía mucho con ese chiste. También diciéndole: "José, tomás manteca".

Un buen día Manteca no vino más. Fuimos hasta la casa y nos enteramos que se había muerto. Ríanse ahora, manga de nabos.