martes, 26 de febrero de 2008

No soy chusma, soy inteligente

"Vos vas a ser muy inteligente porque sos muy curiosa", me dijo una vez.

lunes, 25 de febrero de 2008

Los amigos que no sabían

Mis abuelos tenían un matrimonio amigo. No recuerdo sus nombres, porque yo era muy chica cuando venían a casa. También tengo la imagen de una terraza, así que se ve que alguna vez fuimos a la casa de ellos.

Yo tenía un perrito a pila que caminaba y movía la cola y tenía una cadenita dorada, y recuerdo estar jugando con ese perrito una vez que esta pareja vino a visitarnos.

Un buen día se cortó la relación. Mucho más tarde me enteré el por qué. Ellos no sabían que yo vivía con mis abuelos ni los motivos. Y cuando lo supieron, se alejaron.

Lo posteo acá porque deben haber sido amigos de mi abuelo. Mi abuela no cultivaba la amistad más que con mujeres solas y tampoco tantas (dos en vida de mi abuelo).

Nunca entendí por qué justo esta gente no sabía nada, ni cuál era el interés en mantener la relación si no podían contarles esas cosas.

sábado, 23 de febrero de 2008

Nada que decir

Hoy que me caí de una bici en Barcelona, con la rodilla y el codo derechos doloridos, es una buena ocasión para contar esta anécdota.

Mi primera bici se la pedí a los Reyes Magos a los seis o siete años. Se la pedí literalmente: fuimos adonde atendían (creo que una sucursal de Frávega, seguro por el microcentro), me senté a upa de Melchor o Gaspar, nunca supe distinguirlos, y le dije muy segura: "Quiero una bicicleta roja".

Cuando bajé de las rodillas del Rey Mago, que no me gustaron nada, mi abuelo me preguntó con disimulo qué había pedido.

La mañana del 6 de enero, la bici roja me esperaba estacionada en la puerta de la piecita chica, mi no-dormitorio. Yo estaba como loca y hubiera salido a la calle pedaleando en camisón. Pero, ¡oh!, estaba frenada. Entonces le pregunté a mi abuelo cómo había sido posible que los Reyes me trajeran una bici defectuosa. Me imaginé que habría que esperar al año siguiente para que los propios Reyes me la arreglaran.

Mi abuelo se deshizo en explicaciones esótericas sobre los Reyes Magos, los camellos, el apuro, etc., y se dispuso a llevar la bici al negocio del ramo que había en Cabildo y Zabala o por ahí. Todo sonaba muy sospechoso y yo no quise abandonar mi nueva adquisición, así que lo acompañé. Cuando todo el personal de la mega-bicicletería lo saludó afectuosamente, mi abuelo y yo, sin mirarnos, comprendimos que era el fin de la ilusión.

El viejo ya ni amagó con dar más explicaciones.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Culito específico

"Ya estás con culito de gallina", me decía mi abuelo cuando me enojaba y fruncía los labios. Según él, el dibujo de mi boca así contraída era similar al ano de dicha ave (estoy jugando conmigo misma a no repetir palabras, por si no se nota).

Quizás tiene relación con "encularse", "enculado", etc. O no. Qué sé yo. En todo caso, mi abuelo no decía "encularse".

Las expresiones de mi abuelo parecen no tener fin. Las pesco al vuelo cuando hablo y las anoto mentalmente o en un papel si puedo, para no olvidarlas. No tengo hecha una lista exhaustiva ni podría. Van apareciendo. Y siempre es claro también cuando una expresión vieja no es de mi abuelo. Ésta no es una recopilación cualquiera de palabras y dichos de otro tiempo. Son las cosas que decía mi abuelo.

Mi abuelo decía "culito de gallina" pero no "encularse".

lunes, 18 de febrero de 2008

Farrera

Si mi abuelo pudiera contemplar mis últimos días de viajera en Berlín (ver blog vecino), sentenciaría: "A esta chica le gusta la farra".

Estoy descubriendo que sí, que soy farrera.

viernes, 15 de febrero de 2008

Veo y quiero

"Culo veo, culo quiero".

Así me decía mi abuelo cuando me entusiasmaba mucho algo que tenía otro y comenzaba a pedirlo insistentemente.

Como en otras tantas cosas, el impulso sigue intacto. Veo y quiero. Sería bueno que recuperara también esa decisión de ir a por aquello que me tienta tanto.

martes, 12 de febrero de 2008

Que baje y explique

Cuando ya no sabía qué hacer conmigo, elevaba la vista al cielo y con las manos en alto, separadas más o menos el ancho de los hombros, exclamaba: "¡Bajá, Manolo!"

Ni idea de quién era Manolo ni cuál podía ser el origen de ese código consigo mismo que tenía mi abuelo.

domingo, 3 de febrero de 2008

Una relación rara

Burrone era el técnico que arreglaba nuestro enorme televisor blanco y negro.

No sé si el origen de la amistad con mi abuelo estaba en la frecuencia con la que el televisor se rompía o si primero estuvo la amistad y luego la relación service-cliente.

Burrone venía siempre de traje y a la tardecita. Arreglaba la tele y después se comía una picada con mi abuelo.

Era un tipo de unos cuarenta y pico, alto y de pies muy pero muy grandes. Yo siempre me quedaba colgada mirándolos.

A él le escuché por primera vez la expresión "patota", cuando contaba de unos chicos patoteros con campera de cuero que había visto en una esquina.

Nunca supe su nombre. Su estado civil intuyo que era soltero. Y su traje y sus impecables mocasines (de gigante) me hacen pensar que tenía otro trabajo diurno y que el service de televisores era una changa vespertina.

Las visitas de Burrone se terminaron con la tele a colores que nos regaló Aurora (una amiga de mi abuela que se ganó el Gordo de Reyes, sí, leyeron bien, conozco a alguien que se ganó el Gordo de Reyes). O quizás antes, porque no tengo ninguna imagen de Burrone en el departamento minúsculo al que nos mudamos cuando yo tenía diez. Claro, no había manera de que el hombre metiera sus pies en esa cajita de fósforos.