Cuando yo lo conocí, mi abuelo no tenía más rasgos de violencia que decirme "marmota" o correrme con la chancleta a velocidad caracol.
Pero cuenta la historia familiar que siempre lo fajó a mi viejo. A mi abuela le encantaba darme detalles del día en que el pequeño Josecito, que apenas caminaba, hizo no sé qué macana con una pava; ella estaba refugiada con el bebé en la casa de un vecino sin animarse a volver y evaluando hacer abandono del hogar conyugal para salvar la vida de su hijo. O esa vez que en el restorán se enojó con un mozo y le revoleó un sifón de soda, con mala puntería, por suerte.
Yo dudo de todas esas anécdotas de mi abuela. Seguramente hubo alguna historia con una pava en la casa de Caseros y otra con un sifón en el restorán, pero no sé si fueron para tanto. Claro que si mi abuelo pegaba, no importa si era mucho o poco. Pero el afán de mi abuela por relatarme todas esas cosas cuando yo era chica, me da mucho más que pensar que los hechos de violencia que relataba. Creo que le hubiera encantado poder contarme que el abuelo le pegaba a ella también, pero no, él jamás le puso un dedo encima.
Una anécdota sí se la creo y me conmueve. Un día, cuando mis abuelos todavía noviaban, él llegó al encuentro (¿a dónde saldrían esos dos?) con una venda en el dedo y mucha cara de compungido. Le explicó a mi abuela que se había cortado con un cuchillo, pero como pasaba el rato y seguía distraído y mal, mi abuela insistió y le contó la verdad. Se había discutido con su mamá y ella le había mordido el dedo. Mi abuelo tenía más de cuarenta años.
Mi bisabuela era una gallega muy violenta, física y verbalmente. Para cuando mi abuela los conoció, ya Raúl, el otro hijo, había muerto; el padre nunca pintó, tíos no había, así que madre e hijo estaban solos. Como si fuera una señora muy fina, la vieja le reprochaba al hijo que estuviera de novio con una "cabecita negra". Así, en la cara. En todo se metía y todo lo que él hacía estaba mal. Se peleaban, la vieja desaparecía por unos cuantos días, mi abuelo lloraba por los rincones, se amigaban, todo volvía a empezar. "Es mi vieja", decía mi abuelo.
Mi abuela, además de regodearse en las anécdotas que la mostraban aterrorizada por la violencia de mi abuelo, me explicó una vez que él había sido criado así, que no conocía otra manera de tratar a un niño. Fue cuando yo, imitándola, le dije que tenía miedo de que el abuelo me matara (porque me había tirado del pelo). Ahí sí, cuando yo me victimicé como ella, lo defendió.
Circula entre mi familia paterna la versión que vincula la violencia de mi abuelo sobre mi papá con su opción (la de mi papá) por la lucha armada. A mí eso me parece ignorante y mala leche. Sí es verdad que a los dieciocho, después de la enésima pelea, mi viejo se fue de casa y ya no volvió. En esa discusión, mi abuelo le levantó la mano y mi viejo se la frenó; "ya soy un hombre, te puedo responder y no quiero", le dijo, más o menos. Es cierto que pasó a vivir con compañeros de militancia, después en la clandestinidad, después rajando, hasta que la cacería terminó y lo agarraron. Pero también es cierto que mis viejos habían decidido que si algo les pasaba, querían que yo quedaba con mis abuelos paternos. Mi abuelo no les cuestionaba la militancia y adoraba a mi mamá; cuando mis viejos comenzaron a convivir, fue en la casa de mis abuelos. Supongo que padre e hijo habían arreglado cuentas hacía rato.
Mi abuelo, como mi papá seguramente se imaginaba, nunca me hizo daño. Creo que ésa fue su victoria mayor. Una victoria sobre sí mismo, sobre esa herencia de violencia que había recibido y que no había podido cortar con su hijo.
sábado, 29 de noviembre de 2008
Herencia
viernes, 28 de noviembre de 2008
Para variar
Mi abuelo era una de esas personas que toman granadina con soda. No siempre, pero de vez en cuando una botellita de Cusenier aparecía.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
De las posibilidades de progreso de la clase media de antaño
A mi abuelo le importaba mucho mucho que yo estudiara. Y que hablase inglés.
martes, 25 de noviembre de 2008
Canto loas / Confesiones
viernes, 21 de noviembre de 2008
Día del Lector Anónimo
Feliz día a todos aquellos lectores que pasan por este blog sin dejar huellas visibles.
jueves, 20 de noviembre de 2008
Restos del "Carioca" (Parte II)
En "El Carioca", mis abuelos se ubicaron cada uno de un lado diferente del mostrador. Mi abuelo, al frente. No sé bien qué hacía, porque había mozos y había un adicionista. Hay una foto donde está con delantal claro (es en blanco y negro) y un repasador en el brazo, pero no me lo imagino atendiendo las mesas. No sé. A mi abuela le tocó el lado de atrás. Aprendió a cocinar (nunca había sido ama de casa, siempre comerciante) y era la ayudante de Ana María, la cocinera.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Restos del "Carioca" (Parte I)
Mis abuelos habían tenido restorán en los años '70. Lo habían llamado "El Carioca": la marca de café del mismo nombre les había dado algo importante a cambio, no recuerdo qué, pero tiene que haber sido la máquina de café o mucho café, muchas opciones más no hay. "El Carioca" quedaba en Austria y Berutti. Mis abuelos vivían a pocos metros de allí, en lo que fue el pico de su ascenso en la escala social.
viernes, 14 de noviembre de 2008
jueves, 13 de noviembre de 2008
Acupuntura
Mi abuelo tenía la columna desviada y eso le traía muchos dolores de espalda y cuello.
lunes, 10 de noviembre de 2008
lunes, 3 de noviembre de 2008
De la confianza en las inmobiliarias
Cuando yo tenía diez años, mi abuela gestionó un crédito hipotecario para que nos pudiéramos comprar una casa.