viernes, 30 de noviembre de 2007

Verbo "chivear"

"Eso te pasa por andar chiveando", me decía mi abuelo cuando yo me lastimaba, lo cual sucedía con mucha frecuencia.

"Chivear" era algo así como saltar, correr, bailar, todo junto, mucho y sin control.

Nunca fui una niña hiperquinética, pero a veces tenía esos ataques.

Últimamente ando cambiada y perdida. Pero si bien no me reconozco como la que era hasta hace poco, sí me reconozco en la nena que fui. Por ejemplo, volví a chivear.

jueves, 29 de noviembre de 2007

El Otro

Mi abuelo le tenía mucha bronca a El Otro Tarjetero.

El Otro Tarjetero era el que hacía el turno mañana en la cuadra donde él vendía las tarjetas de estacionamiento.

Este señor, también jubilado, manejaba otros códigos con respecto a la gente de la galería. Mi abuelo era de hacer la vista gorda y recibía a cambio cariño y propinas. Este Otro Tarjetero era más ortiba.

Deben haber existido más razones para tanta tirria, pero no las recuerdo o nunca las supe. Tal vez era solamente cuestión de piel. Mi abuelo era muy de dejarse llevar por esas cosas.

El Otro Tarjetero era petiso, de anteojos, gorra con visera y delantal azul (?). Si lo veo, lo reconozco (si lo veo en el túnel del tiempo, claro está).

En algún momento lo cambiaron de cuadra y pasó a hacer Sucre entre Cabildo y Obligado, también a la tarde. Mi abuelo, que ya no tenía que hablarle, veía su pequeña figura de lejos y empezaba a putear.

lunes, 26 de noviembre de 2007

¡Aia!

"Chambona". Así me decía mucho.

Porque todo el tiempo me tropiezo, me llevo puestos los marcos de las puertas y las esquinas de las mesas, me pego en la cara cuando gesticulo, me caigo con la bici (pero ahora de grande por la calle, no por la plaza), me araño las pantorrillas con los pedales y un largo etcétera.

Estoy llena de moretones y rasguños que no sé de qué son.

Chambona - chambona.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Fervor cívico

Para las elecciones presidenciales de 1989, mi abuelo, que por su edad ya no tenía obligación de votar, se hizo llevar la urna a la institución médica en la que estaba internado (no recuerdo si el Hospital Pirovano o el geriátrico de Nazca y la vía).

Votó a Angeloz, obvio.

De haber vivido todavía, habría votado también a Massacessi en 1995. Y luego a "Chupete" De la Rúa, con total convicción. ¿El candidato radical en 2003 quién era? No importa, él lo habría votado aunque tampoco supiera su nombre. ¿Y ahora? Lo imagino con noventa y nueve años, tratando no ya de entender por sí mismo el panorama político, sino de dilucidar cuál es la línea del partido para así acatarla, o más directamente cuál es el partido.

Yo, por mi parte, en estas elecciones, por primera vez en la vida no voté. Preferí irme al Tigre. Pienso en el fervor cívico de mi abuelo con un dejo de culpa.

martes, 20 de noviembre de 2007

Escofinada

No recuerdo haberle escuchado nunca decir "escofinado".

Sin embargo, cuando oí por primera vez aquello de "tanto tanto te cuidabas, que ahora estás escofinada", supe de inmediato lo que era.

Acabo de decirle a alguien que estoy muy limada. Pensé: muy escofinada. (La escofina es un tipo de lima, o algo así, mis conocimientos técnicos son de muy corto alcance). Pero no lo dije. Hubiera sido una de esas palabritas raras que me delatan como la niña vieja que fui.

No recuerdo habérsela escuchado nunca a mi abuelo, pero la traigo incorporada. No la encuentro en ningún diccionario de lunfardo, pero sé lo que me dice.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Peces, pelos y milongas

Yo tuve peces. Tres. Dos murieron. Un tercero sobrevivió e hizo la mudanza con nosotros. En la casa nueva, se rompió la pecera. El pez, momentáneamente, fue a parar a una cacerola. Eso lo ponía muy loco y a cada ruido fuerte, pegaba unos saltos hacia afuera del agua de los que, con suerte, volvía a caer dentro de la cacerola.

Un día, estábamos con mi abuela cambiándole el agua y el pez pegó uno de esos saltos suyos y cayó en la bacha de la cocina, que era donde se desarrollaba el riesgoso operativo. Yo me puse muy nerviosa y grité mucho; mi abuelo se puso nervioso conmigo y gritó más. Las cosas se fueron de mambo y me sacudió del pelo.

Primera y única vez que recuedo que me puso una mano encima.

No se cansó de pedirme perdón. Aún así, estuve muchos días sin hablarle. Le decía a mi abuela que quería dormir con ella porque le tenía miedo. Mentira. Yo entendía perfectamente lo que le había pasado. Pero no podía hacer las paces. Hubiera querido. Con todas las fuerzas. Pero no podía.

En esos días tuvo el famoso "derrame cerebral" (así le dijo siempre mi abuela). Se desvaneció en la cuadra donde trabajaba. Nunca más fue mi abuelo a pleno. Nunca le pude decir que lo perdonaba. O que no hacía falta que me pidiera perdón.

Qué Milonguita que fui. Cómo lucho todavía por dejar de serlo.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Las fotos del aparador

"Ésta es tu mamá. Éste es tu papá", me decía mi abuelo, mostrándome sus fotos bajo el vidrio del aparador.

Todas las mañanas mi abuelo tenía un momento privado ahí, con esas fotos, más la estampita del santo de turno. Momento que concluía con un beso sobre cada foto. Si yo andaba revolotéandole alrededor, como siempre, mirando con cierta aprensión la ceremonia, él me alzaba y me los enseñaba.

Mientras fui chica, nunca logró que dejara de tenerles un poco de miedo.

jueves, 15 de noviembre de 2007

La chancleta

Mi abuelo tenía unas chinelas de cuero marrón con dos tiras cruzadas. Ahora se usan para la calle, preferentemente cualquier callecita de Palermo, pero en ese entonces eran las chinelas que los viejos usaban de entrecasa.

Mi abuelo jamás decía "chinelas", sino "chancletas".

Cuando se acababan las canciones, cuando de las puteadas eufemísticas pasaba a las puteadas desnudas y eso tampoco alcanzaba, cuando él gritaba y yo gritaba encima, aparecía La Chancleta.

Chancleta en mano, me corría por la casa como si fuera a zurrarme. Me corría es un modo de decir: a mi abuelo le tomaba toda la tarde recorrer cuatro o cinco veces la cuadra en la que vendía las tarjetas de estacionamiento, así que sus posibilidades de alcanzarme eran más bien nulas.

O sea, me seguía con la chancleta, sabiendo que no iba a alcanzarme.

Yo me reía con la crueldad de los niños, pero también sabía que él estaba enojado en serio y me sentía tan en falta que mejor invertir los términos y ofenderme.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Milonguita

Cuando yo entraba en un estado entre demandante y malhumorado (por ejemplo, para que me llevara a la plaza ya), me decía "Milonguita". Por el tango. Y me cantaba la primera estrofa:

¿Te acordás, Milonguita? Vos eras
la pebeta más linda 'e Chiclana;
la pollera cortona y las trenzas,
y en las trenzas un beso de sol.

Ya con esto solo no se entendía. Digo, no se entendía qué tenía que ver ese tango con mi estado cargoso. Pero con los años, cuando conocí el tango entero, no sólo no se entiende más, sino que si se quiere entender mucho, la anécdota se vuelve decididamente rara:

Y en aquellas noches de verano,
¿qué soñaba tu almita, mujer,
al oír en la esquina algún tango
chamuyarte bajito de amor?

Estercita,
hoy te llaman Milonguita,
flor de noche y de placer,
flor de lujo y cabaret.
Milonguita, los hombres te han hecho mal
y hoy darías toda tu alma por vestirte de percal.

Cuando sales por la madrugada,
Milonguita, de aquel cabaret,
toda tu alma temblando de frío
dices: ¡Ay, si pudiera querer!...

Y entre el vino y el último tango
p'al cotorro te saca un bacán...
¡Ay, qué sola, Estercita, te sientes!
Si llorás...¡dicen que es el champán!

¿Me parece a mí o para mi abuelo yo, que era tan linda nena, me ponía de pronto muy puta?

Nota al pie vergonzante: era uno de los apodos que más usaba.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Cromosoma Y

Está por nacer mi sobrino Ignacio, hijo de mi hermano.

En su cromosoma Y se encuentra la misma información genética que en el de mi hermano, en el de mi padre, en el de mi abuelo, en el del padre que mi abuelo no conoció, en el del hermano que murió joven y soltero. Idénticos todos ahí, en el cromosoma Y.

Abue: cuando vea a Ignacio, te voy a saludar.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Speaking english

"Vos tenés que aprender inglés", me decía. Era muy insistente con eso. Él, que no sabía decir ni 'hello'.

martes, 6 de noviembre de 2007

Días de radio

Ya antes de que me levantara mi abuela, comenzaba a despertarme la radio, que mi abuelo prendía desde temprano. Escuchaba "Rapidísimo", el programa de Héctor Larrea, por Radio Rivadavia. A veces le gritaba, todavía desde las profundidades del sueño: "¡la radio! ¡está muy fuerte!", sin el menor resultado.

A la hora en que me levantaban, pasaban una propaganda de shampú que me sacaba de quicio. Después (¿por qué tanto después?) venía la cortina: "En la mañana fresca y temprana como una rosa / un duendecito frágil, chiquito, salió a pasear..." Ésa ya me ponía de mejor humor, o quizás yo ya estaba más despierta. Lo mejor era cuando volvía al mediodía para almorzar y llegaba justo para escuchar al Dr. Pueyrredón Arenales.

Creo que el favoritismo de mi abuelo por Radio Rivadavia tenía que ver con el hecho de que había sido vendedor de tarjetas de estacionamiento en la cuadra de dicha emisora. Recuerdo que decía que Silvio Soldán hablaba con todo el mundo y una vez lo vi saludarlo a él. De pronto dudo: ¿Silvio Soldán tenía un programa de radio en Rivadavia? No lo sé. Desde que murieron mis abuelos, toda mi infancia es ficción.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Escoñada

Escoñado: achacoso, arruinado, dañado, deshecho, deteriorado, golpeado, maltrecho, roto, zurrado.
Palabra muy de mi abuelo.
Hoy estoy escoñada. Fin.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Vinos

Mi abuelo comía con vino. Termidor o Crespi blanco. Tomaba solo, ni mi abuela ni yo, obvio, lo acompañábamos. A veces se entusiasmaba un poco de más, pero eso en casa se resolvía con una buena siesta. En público se complicaba.


Cuando salió el tetra compró para probar, pero le sentía algún gusto y lo desechó. Botella hasta el final.