- Diez de pan, diez de vino, diez de queso.
- Falta el fiambre.
- Ah, bueno, por eso: diez de fiambre, diez de vino, diez de pan.
- Falta el queso.
- Ah, bueno, por eso: diez de queso, diez de fiambre, diez de pan.
- Falta el vino.
- Ah, bueno, por eso: diez de vino, diez de fiambre, diez de queso.
Y así, eternamente.
Era un juego que había con mis abuelos. Se decía muy rápido, tipo trabalenguas. Uno hacía el personaje del que había mandado comprar las cosas y otro, el del che pibe.
Para mí había una gracia extra en hacer rimar "eso" y "queso". Y en no repetir el orden de los elementos.
Me encantaba. En cambio, el cuento de la buena pipa me parecía de lo más pelotudo.
sábado, 30 de agosto de 2008
Un juego pavo
viernes, 29 de agosto de 2008
Asombro tanguero
Mi abuelo no expresaba asombro diciendo "¿Qué me contás?"
Mi abuelo decía "¿Qué me Contursi?"
miércoles, 27 de agosto de 2008
lunes, 25 de agosto de 2008
Chinche
Mi abuelo no se enojaba. Se "enchinchaba".
Y cuando no se le pasaba, no era de rencoroso, no: era que todavía le duraba "la chinche".
miércoles, 20 de agosto de 2008
Abuelo universal
Cuando me dejaron en la casa de mis abuelos, yo sabía decir muy pocas cosas.
Entre esas pocas cosas que sabía decir, estaba "aelo". Abuelo. A mi abuela también le decía "aelo".
El abuelo fue siempre "el abuelo". Nunca "mi" abuelo (hasta este blog, no sé por qué), ni José (*). A lo sumo abue, o abu. "Vino a buscarme el abuelo", decía yo, como si fuera el abuelo universal.
Asterisco: esta modita de hoy de llamar a los abuelos por el nombre no nos gusta, señores, sépanlo.
martes, 19 de agosto de 2008
Chau pucho
Mi abuelo fumaba desde chico. Negros. Un día, el médico le dijo que si no dejaba el cigarrillo, se iba a morir. Mi abuelo volvió a la casa, sacó el atado del bolsillo, lo puso sobre la heladera y ahí lo dejó.
Todo esto fue antes de que yo naciera. Nunca lo vi fumar. Mi abuela sí fumaba, pero a él nunca lo vi tentado de darle una pitada a un pucho, como se decía en casa (jamás se decía "cigarrillo" ni ninguna otra palabra).
Tosía como nadie. Un asco. Pero no murió de ningún problema respiratorio. Ésa, por lo menos, la ganó.
sábado, 16 de agosto de 2008
Excesiva
Mi abuelo decía que yo hacía "espamento".
La palabra no existe. Sí existe "aspaviento", que según la Real Academia Española es una "demostración excesiva o afectada de espanto, admiración o sentimiento".
El viejo derivaba de "espamento" el adjetivo "espamentosa", que según él me definía.
viernes, 15 de agosto de 2008
Aves
En casa no se decía "listo". Se decía "listo el pollo, pelada la gallina".
miércoles, 6 de agosto de 2008
Sus ojos se cerraron
Cuando pasaba algo que mi abuelo intuía que me iba a hacer encular (un capricho insatisfecho, un reto), el viejo comenzaba a entonar del tango "Sus ojos se cerraron" aquel verso que dice "yo sé que ahora vendrán caras extrañas".
La letra hace referencia a las personas que vendrán a darle el pésame al protagonista de la historia, a quien se le acaba de morir su amada. O sea, nada que ver con nada. Pero él cantaba sólo ese verso.
Tardé mucho en entender el chiste. Un chiste con él mismo que nadie le festejaba. Él tampoco se reía.
Creo que es uno de los pocos indicios de un cierto sentido del humor que le recuerdo.
Anteanoche escuché este tango en la radio y no podía parar de sonreírme sola. Cantarle "yo sé que ahora vendrán caras extrañas" a una nena enojada, es muy gracioso.
domingo, 3 de agosto de 2008
Chafa
viernes, 1 de agosto de 2008
Un no-post
A veces pienso que se me acabaron los dichos y las anécdotas de mi abuelo.
Cuando empecé este blog, hace ya unos once meses, posteaba cada tres o cuatro días, porque creía que si lo hacía a diario, en pocas semanas se me iba a agotar el material.
No sabía que tenía tantos recuerdos. No salgo de mi asombro. Lo digo una vez más (lo dice la barra de acá al lado, creo): yo tenía doce años recién cumplidos cuando mi abuelo murió. Hace de eso casi veinte años.
Hoy es de esos días en los que creo que nunca más voy a poder postear nada. ¿"Escorchar"? Ya está. ¿"Marmota"? Ya está. Me pongo triste. Lo dejo por unos días. Y de pronto, charlando, tranquila, empiezo a hablar como mi abuelo, como se hablaba en la casa de mi infancia, como la niña-vieja que fui, ¿que soy?
Y este blog vuelve a arrancar.