Una noche, yo estaba enferma y no sé por qué mi abuelo se quedó conmigo en casa y fue mi abuela la que nos representó en el comité.
(Sí, íbamos al comité. También al culto evangélico. Y qué).
El programa era enseñarme a jugar al truco. Empezamos por las señas. Ahí me enamoré del juego, y todavía me dura.
Luego de esto, que en realidad no era muy útil para jugar entre nosotros, tenía que dejar de pasarle señas y comenzar a enfrentarlo. No quise. Terminamos haciendo cualquier mamarracho con tal de que la nena convalesciente pudiera seguir guiñándole el ojo y tirándole besitos al abuelo.
miércoles, 24 de octubre de 2007
Ojito y beso
Etiquetas:
anecdotario,
juegos
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