Mi abuelo tenía un busto de yeso de Hipólito Yrigoyen, o, como le decía él, del "Peludo".
Le faltaba un pedazo de oreja y la punta de la nariz.
Estaba guardado en lo más alto del placard.
Siempre me pregunté por qué no lo tiraban o no lo exhibían. Tenerlo pero así escondido me parecía un sinsentido.
Obviamente mi abuela lo revoleó a la mierda después que mi abuelo murió. Y ahí creí entender que era mi abuelo el que no lo quería tirar y mi abuela la que no lo quería exhibir. Y que lo más alto del placard era una zona de compromiso entre ellos. Uno de sus tantos "no man's land".
martes, 11 de diciembre de 2007
El busto del Peludo
Etiquetas:
anecdotario,
la política
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