Mis abuelos habían tenido restorán en los años '70. Lo habían llamado "El Carioca": la marca de café del mismo nombre les había dado algo importante a cambio, no recuerdo qué, pero tiene que haber sido la máquina de café o mucho café, muchas opciones más no hay. "El Carioca" quedaba en Austria y Berutti. Mis abuelos vivían a pocos metros de allí, en lo que fue el pico de su ascenso en la escala social.
Después de vender el restorán, conservaron muchas cosas. La típica ensaladera individual de acero inoxidable; la bandeja oval del mismo material en la que todavía, en lugares como el Cervantes o San Cayetano, te sirven los canelones; un servilletero con resorte para esas servilletas de papel cuadradas, plegadas, que no absorben nada; ceniceros, también de metal (¡todo era de metal!) con marcas de cerveza; la cucharita para hacer papas "nosé", como decía mi abuela queriendo decir noisette.
Algunas cosas se pusieron viejas y feas y mi abuela las tiró, cuando todavía gozaba del sentido del asco. Pero otras tantas cosas quedaron en su casa y vinieron a parar a la mía cuando ella murió.
De a poco, en distintos ataques, el último muy reciente, fui tirando algunos utensilios al comprobar que no los usaba para nada (nunca necesito poner dos canelones al horno). Me encanta cuando voy a un restorán y me traen una ensalada mixta con cebolla en esas ensaladeras, pero no me dan ganas de seguir manteniendo el panteón del "Carioca" en mi casa.
Me quedo con una de esas bandejas de acero inoxidable pero tamaño familiar (le doy seis meses para demostrarme su utilidad) y la carta del restorán "El Carioca", de Argentina Rojo. El resto, a la basura y a la memoria.
3 comentarios:
¿En serio? Las anécdotas no se acaban nunca, eh.
En serio todo, soy una persona muy seria.
mecadolibre si tenes vajilla para vender...
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