viernes, 1 de agosto de 2008

Un no-post

A veces pienso que se me acabaron los dichos y las anécdotas de mi abuelo.

Cuando empecé este blog, hace ya unos once meses, posteaba cada tres o cuatro días, porque creía que si lo hacía a diario, en pocas semanas se me iba a agotar el material.

No sabía que tenía tantos recuerdos. No salgo de mi asombro. Lo digo una vez más (lo dice la barra de acá al lado, creo): yo tenía doce años recién cumplidos cuando mi abuelo murió. Hace de eso casi veinte años.

Hoy es de esos días en los que creo que nunca más voy a poder postear nada. ¿"Escorchar"? Ya está. ¿"Marmota"? Ya está. Me pongo triste. Lo dejo por unos días. Y de pronto, charlando, tranquila, empiezo a hablar como mi abuelo, como se hablaba en la casa de mi infancia, como la niña-vieja que fui, ¿que soy?

Y este blog vuelve a arrancar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tal vez te pueda ayudar a recordar algo:
¿Qué pasaba si tenías abierta la heladera mucho tiempo?
¿Si caminabas descalza?
¿Si dabas portazos?

perez dijo...

¡Gracias, anónimo!

Me hiciste acordar que mi abuelo solía guardar el vaso con un culito de tinto en la heladera. Una vez pensé que era coca-cola y me lo tragué de un sorbo.

Si andaba descalza y quería abrir la heladera, escándalo: riesgo de electrocución inminente.

¡Gracias otra vez!