Para lavarse la cara, mi abuelo hacía un cuenco con las dos manos, metía la cara ahí y soplaba, supongo que por la nariz para que no le entrara agua, al estilo nadador.
Hacía un ruido muy gracioso y salpicaba. Yo lo espiaba y me reía siempre.
En esa época, yo me lavaba la cara a lo gatito. Con una sola mano mojada, me refregaba los ojos nada más. Si hubiera encontrado una manera de limpiarme las lagañas sin mojarme las manos, la habría implementado.
Hoy, que tengo treinta y uno y ya uso jabón especial, cremas, etc., me sorprendo lavándome la cara como mi abuelo.
viernes, 11 de julio de 2008
Acerca de la trasmisión generacional del modo de lavarse la cara
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anecdotario
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