Vamos a decirlo de una buena vez.
Mi abuelo tomaba. Mucho.
Tenía: una mujer que él adoraba sin ser correspondido; un hijo, una nuera y un nieto por nacer, desaparecidos; una nieta chiquita y huérfana a su cargo; un laburo parecido a la mendicidad; ningún ahorro después de haberse roto el culo toda la vida y haber llegado a tener un restorán en Austria y Berutti.
Lo peor que hacía era chupar, enchincharse con todo lo que se moviera y correrme con la chancleta.
¡Salud, abuelo!
jueves, 4 de septiembre de 2008
Con todas las letras
Etiquetas:
anecdotario
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4 comentarios:
¡Salud! Pérez, no sabés, así como ustedes ven Irmas y Orlandos yo ví un abuelo José, se bajó de un colectivo en Viamonte casi Florida, lo debo haber mirado fijo con una cara de pelotuda bárbara porque se puso incómodo.
Pérez, podés creer que me vengo a enterar recién ahora que mi abuelo León era flor de tramposo y mujeriego?
me muero de amor con este blog
sin embargo
una tibia tristeza me alcanza
Madre hay una sola: Preocupate cuando veas un abuelo José y lo sigas.
SritaM: ¡Miralo vos!
Viovio: Corra, corra, que no la alcance la tristeza.
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